Capítulo 2, página 8
Wesley además pasaba mucho tiempo enseñándole acerca de Dios. Él era muy creyente y creía que si la mayoría de la gente aplicara lo que dice la Biblia serían más felices. Pol comenzó a valorar lo que Wesley le enseñaba, porque era algo con lo que se sentía feliz. Pero a veces el aplicar esos principios era difícil, más aún porque él era un niño muy movido, y a veces le costaba ser obediente a su madre o a sus profesores del colegio.
- Wesley, me voy que quiero ir a hacer unas compras, ¿vale?-dijo Lucía, la madre de Pol.
- Claro Lucía, ves, no te preocupes que yo me quedo con él.
- ¡Pórtate bien Pol!
- ¡Claro mamá!
Lucía sonrió y dio media vuelta. Cuando sonó el portazo de la puerta, y una vez se había asegurado de que no podía oírlo, Pol se sinceró con Wesley.
- Sabes, a veces escucho a mamá llorar. Cuando entro en su habitación ella dice que se le ha metido algo en el ojo, o si está cocinando que es la cebolla, pero sé que es porque echa de menos a mi papá. Desearía que se le pasase, y aunque me da mucha rabia pensar que puede estar con otro hombre, me gustaría que estuviera con alguien que la quisiese, porque sé, como tú me dijiste, que aunque se case de nuevo nunca olvidará a mi papá como yo tampoco lo haré.
Wesley miró a Pol, perplejo. Estaba hablando con un crío que no llegaba al metro y medio, pero su manera de expresarse era la de alguien mucho mayor de edad. Si no fuera por las chiquilladas que a veces tenía, Wesley hubiera jurado que era un adulto encerrado en el cuerpo de un niño. Wesley también sabía lo importante que era él para Pol, y eso le hacía sentirse especial, orgulloso de si mismo. Además, sentía un cariño especial por ese niño delgado, extremadamente espabilado y observador, que tenía los ojos marrones y el cabello castaño claro. Y ahí lo tenía, delante suyo, con los ojos medio llorosos. Wesley se acercó a él y lo abrazó. El niño literalmente se derritió y comenzó a llorar, expresando todo lo que tenía dentro de él.
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MAIJO -