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El vaso de leche

El vaso de leche William deambulaba por la calle asustadizo, observando como los copitos de nieve caían sin cesar sobre su cabeza y sobre el asfalto Había ido a hacer un recado que su madre le había encargado, cuando el mozuelo de unos 10 años se vio envuelto en una tremenda ventisca. Las calles que antes tanto conocía se confundían en un laberinto interminable. Buscó la forma de orientarse, pero le fue imposible. Al cabo de 2 horas el frío y el hambre comenzaron a hacer mella en él.

 

Desesperado, el chico se acercó a un rellano y picó a la casa rezando que por favor le ayudaran. En el buzón ponía: Carla Wanington. Cuando abrió la puerta una señora de mediana edad le miró con asombro, mientras él, entre asustadizo y congelado, balbuceó: “Señora, ¿me puede dar algo de comer?”. La señora Carla le hizo pasar, y le preparó un buen vaso de leche caliente, le secó la ropa y el pelo y le puso al lado de la chimenea. Buscó en la guía telefónica el apellido de su familia y como sabía la calle en la que vivía, telefoneó a sus padres para tranquilizarles.

 

Treinta años después, una señora, ya anciana, estaba en la sala de quirófano a la que se acababa de someter a una operación sumamente complicada. Mientras revisaba las fichas de los pacientes, el Dr. William se paró detenidamente al ver el nombre de una que le resultaba sumamente familiar: Carla Wanington. Rápidamente corrió a mirar a aquella anciana a la que acababa de operar, miró desde el exterior, y sonrió.

 

La señora Wanington, una vez se había restablecido, comenzó a angustiarse al pensar la cuantiosa factura que le iba a suponer dicha operación. Probablemente tendría que vender su casa y todas las pertenencias que tuviera. ¿Cómo iba a poder vivir?  Entonces se fijó en que el sobre de su factura estaba al lado suyo, en una mesilla. Lentamente, lo fue abriendo hasta ver la enorme cantidad de dinero que tenía que pagar. Sin embargo, aparecían descontados gran parte del dinero; es decir, la mano de obra del médico, así que solo observaba el dinero que se habían gastado en instrumentos médicos y el salario del anestesista. Abajo, sin embargo, ponía que estaba todo pagado. La señora Wanington, aún extrañada y boquiabierta, dio la vuelta al papel para hallar escrito: “Pagado hace 30 años con un vaso de leche. Firmado: Doctor William”

3 comentarios

ruthy -

Hola isaac, muy xula la historia!

Araceli -

Ostras que chula, y no me extrañaría que fuera real la verdad. Esto me gusta, porque da a entender que por un pequeño detalle que mucha gente no lo hace porque no lo valora lo suficiente puede acarrear en buenos resultados en un futuro, esto me recuerda a la situacion que vivimos nosotros ahora, que por pequeños pasos que podamos avanzar, nos será recompensado en mayor cuantía en el futuro.

Mu bien isaac, espero que a los demás también les haga recapacitar.

aZaH@rA -

Bonita historia... :) y triste es decir que estos hechos cada vez son menos usuales... pero muy bonita y bien redactada.